¿Qué es un tórculo?
Tórcu… ¿qué? Seguramente es lo que hemos pensado muchos al escuchar esta palabra por primera vez. Pero cuando nos habituamos a ella, se acabó el problema.
1803
La invención del tórculo marcó un antes y un después en la industria de la imprenta, ya que en 1803 Mr. Lefevre lo introdujo en Francia, poniendo la máquina en movimiento con un buey y usándola para imprimir las imágenes grabadas en las páginas sueltas impresas por los tipos móviles colocadas en las prensas planas.
1816
En 1816 se montó esta máquina en Barcelona para Juan Rull y empezó a expandirse por la península. Por lo tanto, el tórculo o prensa calcográfica es un tipo de prensa que se emplea para la impresión de grabados en metal o calcografías.
Con la industrialización y modernización de nuestra sociedad, los caballos y las máquinas de vapor que antiguamente se empleaban han dejado paso a la tecnología de nuestros días y ahora los tórculos son de metal y no de madera como en su inicio.
Estructura de la prensa calcográfica
La máquina se compone de una mesa que se denomina pletina, la cual soporta la caja donde se encuentran los rodillos siendo uno fijo y otro móvil y ajustable a las planchas que se colocan entre ellos y la pletina. Al accionar el tórculo, la pletina se mueve entre los dos rodillos, ejerciendo presión al papel y transfiriendo la tinta a este.
La técnica de impresión por la que se transmite la tinta de una plancha metálica se conoce como grabado. Si la estampación se realiza sobre un linóleo se llama linoleografía. En cambio, si se hace sobre una plancha de madera se conoce como xilografía.
El tórculo en la literatura
A pesar de ser un desconocido en nuestros días, el tórculo siempre ha estado muy presente en la literatura, quedando reflejado en muchas obras como es el caso del periodista y crítico literario, Francisco Navarro de Ledesma que en su obra «El Ingenioso Hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra», remarca su importancia en el mundo de la imprenta:
«A la voz elocuentísima del omnisciente humanista toledano Juan de Vergara, que por tantos años supo hacer penetrar en las mentes españolas la sabiduría de Salomón, la de Jesús de Sirach y la de Aristóteles, ha venido a juntarse el claro verbo del sevillano Alfonso García Matamoros, para quien el Lacio no tiene secretos; gran escritor y gran patriota, primer español que aseveró y probó los méritos de España en todas las artes y disciplinas. Aún crujen día y noche incansables los tórculos en que Arnaldo Guillermo de Brocar imprimió la Biblia Políglota Complutense». (Pág. 4).
O en obras como la del poeta Miguel de Unamuno, donde lo menciona en la primera parte de su poema «El Cristo de Velázquez»:
XXIV
QUERUBÍN-LIBRO
Águila el Hombre, Tú, León y Toro;
la Esfinge, el Querubín de nuestro sino.
Y nosotros, mortales miserables,
tan sólo descifrando tus parábolas
vivir podemos el amor. Porque eres
el libro eterno de los cinco sellos
arrollado a la cruz, que como tórculo
imprime en él letras de sangre, de hojas
de pergamino nítido arrancado
de los redaños de tu entraña, y donde
no lee más que el amor. Es tu blancura,
con enigmas sangrientos salpicada,
para la vana ciencia de este mundo
fuente tan sólo de ceguera incrédula,
y tropiezo tu cruz, leño de escándalo…
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